CAMINEO.INFO.- “El próximo 1 de noviembre celebramos la Solemnidad de Todos los Santos. Es una fiesta que tiene un profundo sentido de fe y de esperanza para nuestra condición de peregrinos. El peregrino se reconoce protagonista del mundo que vive, pero su mirada tiene horizontes de plenitud porque sabe que en el futuro está lo definitivo. Por otra parte, este futuro para el peregrino cristiano no es incierto, sino que camina con la certeza de saber adonde va. Esto no significa que no tenga dificultades o que siempre vea con claridad. Sabe que hay una meta, pero lo esencial es que conoce quién es el Camino. Esta es su certeza. Esto no suprime la búsqueda del hombre, pero ha encontrado el camino que eleva su inteligencia y da sentido a su vida.
Esto es lo importante de la fe, antes de ser un conjunto de verdades nos introduce en una historia personal en la que Dios tiene la iniciativa, y en la cual Jesucristo es su momento definitivo. La fe nos introduce en esa verdad de Dios que nos involucra, porque somos su obra mayor. Ella nos abre a un diálogo con él que descubre el sentido de nuestras vidas pero, sobre todo, nos da la posibilidad de hacerlo realidad. La fe no nos muestra un camino y nos deja huérfanos. Tampoco es una respuesta puntual a cada problema, no es un recetario diría, sino una realidad nueva que nos ilumina y da sentido a nuestra vida. Caminar en la fe puede ser, incluso, caminar en la oscuridad, pero con la certeza de estar en un camino que tiene horizontes de una Vida Plena.
A esta Vida que tiene su fuente en Dios la llamamos santidad. Dios es Santo. El hombre ha sido creado para participar de esta vida divina, por ello decimos que la santidad es la vocación de todo hombre. En la Fiesta de Todos los Santos celebramos en primer lugar a Dios, fuente de la santidad, pero también a aquellos hermanos nuestros que en su vida han participado de esta vida de Dios. Algunos han sido reconocidos por la Iglesia y se nos proponen como ejemplo, otros han vivido igualmente esta dimensión de la presencia de Dios en sus vidas. Si tenemos que hablar en la Iglesia de una jerarquía, es decir, de quienes ocupan el lugar más destacado, tenemos que hablar de los santos. Son ellos el testimonio de la presencia viva de Dios en el mundo. Cuando se pierde de vista el orden de esta jerarquía, es decir, cuando Dios no ocupa el lugar central, la vida de la Iglesia se empobrece.
En la Misa de Todos los Santos leemos el evangelio de las Bienaventuranzas, en las que Jesucristo nos presenta el ideal de lo que podríamos llamar el estilo de vida de la santidad. Este ideal necesita de la presencia de él, en nosotros, como gracia. La vida cristiana no es voluntarismo, sino presencia activa de Dios. Jesucristo no sólo nos marca un camino, sino que se queda con nosotros para caminarlo juntos: “Bienaventurados, nos dice, lo que tienen alma de pobres, porque a ellos pertenece el Reino de los Cielos. Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados… Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Bienaventurados los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios, Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios…” (Mt. 5, 1-12).
Reconociendo esta presencia de Dios en tantos hermanos nuestros, que son la mayor riqueza de este mundo hermoso pero trágico, que es bueno pero con muchas heridas, les hago llegar junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor y María Santísima. “
Mons. José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Sat, 30 Oct 2010 07:38:00
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