Oración y sacrificio
Medjugorje no es turismo religioso, ni pietismo inculto, ni fanatismo, o simple credulidad ciega. Yo en este lugar donde la Virgen se te hace cercana, he visto mucho amor, penitencia, oración, trato íntimo y profundo con la Eucaristía, mucho amor a la Virgen, y una gran fraternidad. María, Reina de la Paz, se apareció por primera vez hace 25 años a siete niños en este montículo agreste y duro cercano al pueblo. Le llaman desde siempre el monte Podbrdo. Todo él es un enorme pedregal, sin caminos hechos: “se hace camino al andar”. Las piedras puntiagudas, que hay que ir sorteando para poder caminar con la ayuda de un bastón, si es posible. Nadie se ha preocupado, ni lo han pensado, de hacer una senda cómoda para ascender al lugar de las primeras apariciones. Y la gente, mayores y jóvenes, suben guiados por la fe y el amor. Yo iba con unos zapatos algo apropiados para sortear las dificultades de la ascensión. Pero me quedé confuso al ver cientos de personas, mayores y jóvenes, como el de la foto que subían descalzos. Para mí fue una gran meditación. Una lección de penitencia por amor. Y con los pies ensangrentados llegaban a la cumbre donde se venera una bella imagen blanca de María. El sol naciente la envuelve de una belleza singular. Todos rezan junto a ella. Unos depositan a sus pies fotos, escritos, flores, sobres que contienen alguna carta de amor. La verdad es que te sientes muy cerca del cielo. Gente con los brazos en cruz solicitando silencio. Niños y abuelos rezando juntos. Jóvenes sumidos en una profunda oración. Este es el verdadero Mendjugorje. Al bajar, con la misma dificultad el Podbrdo, me encaminé silencioso hacia el pueblo. Iba solo, pero notaba que alguien me acompañaba. No dude que sería María, Reina de la Paz.
Juan García Inza
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