ACÇÃO DE GRAÇCAS PELA APROVAÇÃO DEFINITIVA
DOS ESTATUTOS
Por:
Monseñor Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Oviedo CAMINEO.INFO.- Queridos hermanos sacerdotes, queridos miembros del Camino, hermanas y hermanos:
Con gran alegría os doy la bienvenida y os deseo “la gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (cf. Rm 1, 7) a todos los que celebráis con gozo la aprobación del Estatuto del Camino Neocatecumenal.
En diversas ocasiones y de diversas maneras me habéis oído decir desde que soy vuestro Obispo que hay dos grandes columnas de exigencias de comunión: por una parte está el deber que tenemos de conservar el depósito de la fe en su pureza e integridad y por otra, y al mismo tiempo, mantener la unidad en torno a mí, como Obispo, y en comunión con todos los Obispos bajo la autoridad del Sucesor de Pedro. Es desde aquí desde donde hoy damos gracias a Dios al reconocer con el Papa Juan Pablo II y asumir en nuestra vida eclesial este don del Camino. Acojo de corazón para mí y para toda la Iglesia Diocesana esas palabras del Papa Juan Pablo II cuando nos dice: “Deseo vivamente que los Hermanos en el Episcopado valoricen y ayuden –junto con sus presbíteros- esta obra para la nueva evangelización, para que se realice según las líneas propuestas por los iniciadores, en espíritu de servicio al Ordinario del lugar y de comunión con él, y en el contexto de la unidad de la Iglesia particular con la Iglesia universal” (Juan Pablo II, epist. Ogniqualvolta, 30 de agosto 1990).
El Camino Neocatecumenal ni es un nuevo movimiento ni es una asociación nueva. No es nada de eso. Como nos dicen sus Estatutos, “es un itinerario de formación católica, válida para la sociedad y para los tiempos de hoy, está al servicio de los Obispos como una modalidad de realización diocesana de la iniciación cristiana y de la educación permanente de la fe”(cf. Estatutos, art. 1, 1 y 2). Es un instrumento al servicio de los Obispos para el redescubrimiento de la iniciación cristiana de los adultos bautizados, entre los cuales cabe distinguir: Los que se han alejado de la Iglesia, los que no han sido suficientemente evangelizados y catequizados, los que desean profundizar y madurar su fe, los que provienen de confesiones cristianas –no en plena comunión con la Iglesia católica– y los clérigos y religiosos que desean reavivar el don del Bautismo (Cf. art. 5, 1 y 2).
¡Con qué fuerza han sonado las palabras que el Señor nos ha dirigido en el Evangelio que acabamos de proclamar! ¡Qué actualidad tienen para todos los que seguís el itinerario del Camino! ¿No es el Camino un itinerario de redescubrimiento de la iniciación cristiana? Pues el evangelio que hemos proclamado nos está llamando a seguir y mantener viva esa ruta.
La vida en Cristo
Jesucristo Nuestro Señor nos dio su Vida en el Bautismo y quiere que nos mantengamos en ella. Desea que comprendamos la novedad absoluta que aporta a cada ser humano cuando la Vida propia de Cristo entra en la nuestra. Una vida que nos ha entregado el Señor no para conformarse a la que da este mundo. La suya es algo muy distinto, porque a menudo entra en contradicción con las formas de vivir del mundo. En ella no valen los egoísmos ni la existencia para uno mismo, ni la vida hecha a medida desde nosotros, que en general siempre se convierte en no–vida. Es una novedad que rompe esquemas, como la que entregaban aquellos primeros cristianos, que por su modo de existir quebraba los fundamentos del mundo pagano e instauraba otros diferentes basados en Jesucristo mismo. Ahí está la diferencia entre vivir sensatamente o neciamente.
Cada uno de nosotros puede ser como las vírgenes que salen en busca del esposo, tal como se nos relata en el evangelio que acabamos de proclamar. Cada uno hemos de identificarnos con unas o con otras, con las prudentes o las necias. Todas eran vírgenes y todas salían con la lámpara de la vida, que es la vida misma de Dios. Pero unas mantenían viva y encendida la lámpara y otras ni se dieron cuenta que les faltaba el aceite, es decir, que su vida no iluminaba y, por tanto, no decía nada a nadie.
Es necesario mantener la sensatez y mantener la lámpara encendida para ser signos limpios y claros, coherentes en este momento con el proyecto de Dios para los hombres. Como decía el Papa Juan XXIII en la Constitución Apostólica “Humanae salutis” con la que convocó el Concilio Vaticano II: “La Iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de humanidad, que traerá consigo profundas mutaciones. Un orden nuevo se está gestando, y la Iglesia tiene ante sí misiones inmensas, como en las épocas más grandes de la historia. Porque lo que se exige hoy a la Iglesia es que infunda en las venas de la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio” (n.2). Ser sensato no es cuestión secundaria, tal y como nos dice el evangelio de hoy, es esencial para confesar y saber comunicar en nuestro tiempo las razones fundamentales que nos mueven como discípulos de Jesucristo.
Itinerario para un caminoEl Camino Neocatecumenal es un itinerario de redescubrimiento de la iniciación cristiana, es un camino para mantenernos en la sensatez. Se realiza normalmente en la parroquia, que como nos dicen los Estatutos, es “el ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe, lugar privilegiado donde la Iglesia, madre y maestra, engendra en la fuente bautismal a los hijos de Dios y les gesta a la vida nueva” (cf. art. 6, 1). Y dentro de la parroquia es vivido en pequeña comunidad, denominada Comunidad Neocatecumenal (cf. art. 7, 1).
En este camino la experiencia de un Dios, que es verdadera sabiduría y que nos busca siempre para regalarnos la sabiduría, es clave. Es el Señor quien nos busca. Es Él quien nos da todo. Es el Señor quien nos va pidiendo siempre más compromiso. Es quien nos dice que no podemos ignorar la vida que Él nos da, su resurrección, su eternidad. Y con esta seguridad no tememos a nada ni a nadie. Con las mismas palabras del Santo Padre digo también: “Reconozco el Camino Neocatecumenal como un itinerario de formación católica, válida para la sociedad y para los tiempos de hoy” (Juan Pablo II, epist. Ogniqualvolta, 30 agosto 1990).
La aprobación de los Estatutos ha inaugurado una nueva etapa en la vida del Camino. La Iglesia os pide a todos los que seguís este itinerario de formación un compromiso aún más fuerte y generoso en la nueva evangelización.
Es Dios quien nos urge
No tengáis miedo. Hoy os digo una vez más: “¡Duc in altum!” “¡El amor de Dios nos urge!” “Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5, 16). Encended el celo apostólico. Nunca temáis a quienes puedan decir, sin razones, que vivís un fundamentalismo por ser coherentes con la defensa de la vida, del matrimonio, de la familia. Temed, si es que pudieran decir que vivís para vosotros mismos, cuando digan que no servís a nadie, que no estáis disponibles para todos, que no practicáis con todos los que os encontráis por el camino el amor de Dios. Eso sí que sería fundamentalismo. Que os conozcan por vuestra entrega sincera a los pobres y marginados; por el diálogo que deseáis mantener con todos los hombres y mujeres de la tierra, por el testimonio de comunión eclesial, por la acción que lleváis con la juventud, con la familia, con las vocaciones, por la disponibilidad que mantenéis, por la generosidad con la que vivís, por cómo ponéis en común lo que tenéis. La aprobación de los Estatutos reitera, una vez más, el carácter eclesial del Camino Neocatecumenal como un itinerario de formación válido.
Redescubrir el Bautismo
Hermanos y hermanas ¿Cómo no dar gracias a Dios por los frutos producidos en los más de treinta años de existencia del Camino? ¿Cómo no dar gracias hoy a Dios por la aprobación de sus Estatutos y por la configuración y definición esencialmente eclesial de esta experiencia de fe?
En una sociedad secularizada, donde se propaga la indiferencia religiosa y a menudo se vive como si Dios no existiera, son muchos los que necesitan de un redescubrimiento de los sacramentos de la iniciación cristiana, especialmente del Bautismo. El Camino constituye, como dice el Papa Juan Pablo II, una de las respuestas providenciales a tan urgente necesidad. Basta contemplar las Comunidades Neocatecumenales para ver los descubrimientos de la belleza y grandeza de la vocación bautismal, el celo por anunciar el Evangelio –especialmente a los más alejados–, las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa que surgen siguiendo este itinerario de formación cristiana.
Hoy bendecimos a Dios y todos los cristianos le damos gracias, uniéndonos a quienes seguís este itinerario de formación que es el Camino. Lo hacemos desde donde se pueden dar de verdad las gracias a Dios, junto a Dios mismo que se hace presente en el misterio de la Eucaristía. A Jesucristo, realmente presente en este misterio, unimos nuestra vida y desde Él y por Él y en Él damos gracias a Dios.
Encomiendo este momento de las Comunidades Neocatecumenales a la Santísima Virgen María. Dirijo la mirada a la Santa Cueva de Covadonga para decir a la Santina que este itinerario, que ha aprobado la Iglesia y que expresa la autenticidad de un carisma, lo guarde como Madre y que sea Ella quien nos impulse a todos a realizar la “nueva evangelización”.
Amén.