Texto
completo del Discurso del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas,
Los saludo cordialmente y agradezco al Cardenal
Müller por las palabras con las cuales ha introducido este encuentro.
1. Ante todo, quisiera
compartir una reflexión sobre el título de su Coloquio.
"Complementariedad": es una palabra preciosa, con múltiples
valencias. Puede referirse a diversas situaciones en el cual un elemento
completa al otro o lo sustituye en una carencia suya. Todavía,
complementariedad es mucho más que esto. Los cristianos encuentran el
significado en la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, donde el apóstol
dice que el Espíritu ha dado a cada uno diversos dones en modo que, como los
miembros del cuerpo humano se complementan para el bien del entero organismo,
los dones de cada uno pueden contribuir para el bien de todos (cfr 1 Cor
12). Reflexionar sobre la complementariedad no es otra cosa que meditar sobre
las armonías dinámicas que están al centro de toda la Creación. Y esta es la
palabra clave: armonía. Todas las complementariedades el Creador los ha hecho
para que el Espíritu Santo, que es el autor de la armonía, haga esta armonía.
Oportunamente se han reunido en este Coloquio
Internacional para profundizar el tema de la complementariedad entre el hombre
y la mujer. De hecho, esta complementariedad está a la base del matrimonio y de
la familia, que es la primera escuela donde aprendemos a apreciar nuestros
dones y aquellos de los demás y donde comenzamos a aprender el arte del vivir
juntos. Para la mayor parte de nosotros, la familia constituye el lugar
principal en el cual iniciamos a "respirar" valores e ideales, como
también a realizar nuestro potencial de virtudes y de caridad. Al mismo tiempo,
como sabemos, las familias son lugares de tensiones: entre egoísmo y altruismo,
entre razón y pasión, entre deseos inmediatos y objetivos a largo tiempo, etc.
Pero las familias también proporcionan el ambiente en el cual se resuelven
tales tensiones: y esto es importante. Cuando hablamos de complementariedad
entre hombre y mujer en este contexto, no debemos confundir tales términos con
la idea simplicista que todos los roles y las relaciones de ambos sexos están
comprendidas en un modelo único y estático. La complementariedad asume muchas
formas, porque cada hombre y cada mujer aportan su propia contribución personal
al matrimonio y a la educación de los hijos. La propia riqueza personal, el
propio carisma personal, y la complementariedad se convierten así en una grande
riqueza. Y no sólo es un bien, sino también es belleza.
2. En nuestro tiempo el
matrimonio y la familia están en crisis. Vivimos en una cultura de lo
provisorio, en el cual siempre más personas renuncian al matrimonio como
compromiso público. Esta revolución en las costumbres y en la moral muchas
veces ha agitado la bandera de la libertad – entre comillas –, pero en realidad
ha traído devastación espiritual y material a numerosos seres humanos,
especialmente a los más vulnerables. Es siempre más evidente que el declino de
la cultura del matrimonio está asociado a un aumento de la pobreza y a una
serie de otros numerosos problemas sociales que hieren de manera
desproporcionada a las mujeres, los niños y los ancianos. Y son siempre ellos
los que sufren más, en esta crisis.
La crisis de la familia ha dado origen a una
crisis de ecología humana, porque los ambientes sociales, como los ambientes
naturales, tiene necesidad de ser protegidos. Si bien la humanidad ha
comprendido ahora la necesidad de afrontar lo que constituye una amenaza para
los ambientes naturales, somos lentos – pero somos lentos, ¿eh?, en nuestra
cultura, también en nuestra cultura católica – somos lentos en reconocer que
también nuestros ambientes sociales están en riesgo. Es pues indispensable
promover una nueva ecología humana y hacerla caminar adelante.
3. Es necesario insistir
sobre los pilares fundamentales que sostienen una nación: sus bienes
inmateriales. La familia permanece en el fundamento de la convivencia y la
garantía contra la exfoliación social. Los niños tienen el derecho de crecer en
una familia, con un papá y una mamá, capaces de crear un ambiente idóneo a su
desarrollo y a su maduración afectiva. Por esta razón, en la Exhortación
apostólica Evangelii Gaudium, he puesto el acento sobre la contribución
«indispensable» del matrimonio a la sociedad, contribución que «supera el nivel
de la emotividad y de la necesidad contingente de la pareja» (n. 66). Por esto
les estoy agradecido por el énfasis puesto por su Coloquio sobre los beneficios
que el matrimonio puede aportar a los hijos, a los mismos esposos y a la
sociedad.
En estos días, mientras reflexionaran sobre la
complementariedad entre el hombre y la mujer, los exhorto a dar realce a otra
verdad concerniente al matrimonio: que el compromiso definitivo en relación de
la solidaridad, de la fidelidad y del amor responde a los deseos más profundos
del corazón humano. Pensemos sobre todo a los jóvenes que representan el
futuro: es importante que ellos no se dejen envolver por la mentalidad dañina
de los provisional y sean revolucionarios con el coraje para buscar un amor
fuerte y duradero, es decir de ir contracorriente: se debe hacer esto. Y sobre
esto quisiera decir una cosa, ¿no? No debemos caer en la trampa de ser
calificados con conceptos ideológicos. La familia es un hecho antropológico, y
consecuentemente un hecho social, de cultura, etc. Y nosotros no podemos
calificarla con conceptos de naturaleza ideológica que solamente tiene fuerza
en un momento de la historia, y después caen. No se puede hablar hoy de familia
conservadora o de familia progresista: la familia es familia. Pero no se dejen
calificar así por esto o por otros conceptos, de naturaleza ideológica. La
familia es en sí misma, tiene una fuerza en sí misma.
Pueda este Coloquio ser fuente de inspiración
para todos aquellos que buscan sostener y reforzar la unión del hombre y de la
mujer en el matrimonio como un bien único, natural, fundamental y bello para
las personas, las familias, las comunidades y la sociedad.
En este contexto me gustaría confirmar que, a
Dios rogando, en septiembre de 2015 iré a Philadelphia para el octavo Encuentro
Mundial de las Familias.
Les agradezco por sus oraciones con las cuales
acompañan mi servicio a la Iglesia. Yo también rezo por ustedes y los bendigo
de corazón.
Muchas gracias.
Tue, 18 Nov
2014 08:02:00
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