La familia en la misión de la Iglesia
(continuação)
El Camino Neocatecumenal ha podido hacer lo que ha hecho hasta ahora: familias reconstruidas, numerosos hijos, vocaciones a la vida contemplativa y al sacerdocio... Sólo a través de esta obra de reconstrucción de la familia. Me gustaría apuntar brevemente cómo se hace esto en el camino, educando a las familias en la oración y en la transmisión de la fe a los hijos: de hecho, son los padres, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, quienes "han recibido la responsabilidad y el privilegio de evangelizar a sus hijos" (n. 2225).
Después de que Dios se manifestó a su pueblo en el monte Sinai, como único Dios existente, y les mandó que le amaran "con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas", añade inmediatamente: "Se lo repetirás a tus hijos, les hablarás de ello tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado...". "Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: '¿Qué son estos estatutos, estos preceptos y estas normas que el Señor nuestro Dios os ha prescrito?', dirás a tu hijo: 'Éramos esclavos de Faraón en Egipto, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte. El Señor realizó a nuestros propios ojos señales y prodigios grandes y terribles en Egipto, contra Faraón y toda su casa. Y a nosotros nos sacó de allí para conducirnos y entregarnos la tierra que había prometido bajo juramento a nuestros padres" (cf. Deuteronomio 6, 4ss).
Este texto, que ha sido muy importante para el pueblo judío durante los siglos y que ha mantenido a las familias judías unidas, hace comprender la importancia que tiene para los padres el hecho de transmitir la fe a los hijos y también da a entender que este mandato divino está dado a los padres y no puede delegarse a ningún otro. Son ellos los que deben contar a los hijos el amor que Dios les ha tenido.
Para los primeros cristianos transmitir la fe a los hijos, a través de las Sagradas Escrituras, que se adentran en Cristo Jesús, fue la misión primordial. Lo testimonia la segunda carta de Pablo a Timoteo: "Persevera en aquello que has aprendido y creído, sabiendo de quién lo has aprendido (de la madre Eunice) y que desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras" (2 Timoteo 3,14-15). Y esta tradición se ha mantenido, en diversas formas, a lo largo de los siglos, en las familias cristianas. Nos dan testimonio de ello numerosos jóvenes mártires.
El Camino Neocatecumenal, en cuanto a iniciación cristiana en las diócesis y en las parroquias, enseña hoy a las parejas también a transmitir la fe a los hijos, sobre todo en una celebración familiar, en una liturgia doméstica.
La familia cristiana, tiene tres altares: el primero la mesa de la santa Eucaristía, dónde Cristo ofrece el sacrificio de su vida por nuestra salvación; el segundo, el tálamo nupcial, dónde se sitúa el sacramento del matrimonio y se da la vida a los nuevos hijos de Dios, tálamo nupcial al que se le debe gran honor y gloria; el tercer altar, la mesa de la familia, donde la familia come unida, bendiciendo al Señor por todos sus dones. En torno a esta misma mesa se hace la celebración doméstica, en la cual se pasa la fe a los hijos.
(continua)
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