quarta-feira, 6 de janeiro de 2010

Tiempo de Navidad, Solemnidad Epifania

"Hemos visto salir su estrella, y venimos a adorarlo"





Autor: Mn. Francesc Jordana Soler


Liturgia da Palavra:
Is 60, 1-6 / Salmo 71 / Ef 3, 2-3. 5-6 / Mt 2, 1-12

En las lecturas y los textos litúrgicos de hoy nos aparece reiteradamente un elemento muy importante:
la luz.

Estamos celebrando la Epifanía, Epifanía quiere decir manifestación, hoy Cristo se manifiesta como luz para nosotros y para todas las naciones.

Como decía la
primera lectura: “Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti. Y caminarán los pueblos a tu luz.”.

Cristo es esta luz. Cada celebración litúrgica nos quiere comunicar unas gracias concretas, las de esta celebración son que nuestra personalidad llegue a ser una Cristofanía. Explico la palabra: teofanía es una manifestación de Dios, si un día caminando por la montaña veis una zarza que quema y no se consume, esto es una teofanía = manifestación de Dios. Por tanto, una cristofanía es una manifestación de Cristo.

Nuestra personalidad ha de ser una cristofanía. Nosotros hemos de ir construyendo una personalidad que sea una Cristofanía, que haga luz allá donde esté.
Si Cristo es la luz y nosotros hemos de ser manifestación de Cristo, también nosotros hemos de ser luz.

Estamos llamados a ser luz, luz para la familia, luz para nuestros vecinos, luz para nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, para todos los que nos rodean. Quizá no conocen Cristo, pero viendo nuestros actos, nuestra luz, se acercarán al Cristo. Ya nos decía Jesús: “para que viendo vuestras buenas obras glorifiquen al Padre”.

En nuestro mundo hay muchas oscuridades y estas oscuridades nos han de interpelar. Nos decía el Papa Benedicto hace unos años en una homilía de Navidad: ”La Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance. Dios nos enseña así a amar a los pequeños. A amar a los débiles. A respetar a los niños. El niño de Belén nos hace poner los ojos en todos los niños que sufren y son explotados en el mundo, tanto los nacidos como los no nacidos...

Os imagináis la luz que haríamos si “hiciéramos todo lo que está a nuestra mano” por los niños, por los pobres, por los que sufren. Sería una luz tan potente (en este mundo lleno de egoísmo) que llenaría esta iglesia de nuevos feligreses. Entonces seríamos una cristofanía, una manifestación del Cristo. Hace falta pensarlo... Si en este mundo hay tanta oscuridad, en parte es por culpa de nuestra mediocridad. Somos poco creíbles...

No nos quedemos sólo en buenos sentimientos y trabajemos para que la liberación de Cristo abrace todos los órdenes de aquello que es humano. En un mundo de grandes injusticias estructurales, el anuncio y vivencia de la fe pasa también por un trabajo activo a favor de la justicia y del cambio de estas estructuras injustas. Ser cristiano no es sólo rezar e ir a misa, es también una manera de estar en el mundo y luchar para que los derechos de los pobres, “los destinatarios preferidos del amor de Dios” (dice el Papa en el mensaje de Navidad) sean respetados.

El día de reyes es siempre un día muy entrañable, muy alegre, los niños son los grandes protagonistas. Dos sugerencias os querría hacer: A) El primero es no caer en la trampa consumismo, hay una pasa de consumismo, vigilad que a nosotros los cristianos no nos afecte.

Lo que más me preocupa del consumismo es que lo tenemos asumido como una cosa normal, casi obligada, como una cosa que ya está bien como está. ...

B) La segunda sugerencia es educar en los valores contrarios a los del mundo: la austeridad, el compartir, la preocupación por los que no tienen, etc. Recuerdo que a Mira-sol, la parroquia donde estaba hace unos años, el día después de reyes antes de la misa entró una familia cristiana. Eran los padres y tres niños, 10, 8 y 5 años. Se dirigieron donde había representada la escena del nacimiento y cada niño ofreció un regalo al niño Jesús. Un regalo sin abrir y que los reyes les habían traído. Los dos mayores lo hacían con una comprensión profunda de lo que estaban haciendo y la pequeña lloraba desconsoladamente. Los padres me lo quisieron explicar: “Nos parece una buena manera de educarlos en el compartir y de sensibilizarlos de que han de amar a los pobres”. Me parece un bello ejemplo. Estos valores o se enseñan en casa o los niños no los aprenderán.

(CAMINEO.INFO.)

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