domingo, 10 de julho de 2011

“Dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen”




Homilia.org

Sun, 10 Jul 2011 07:01:00



CAMINEO.INFO.- En la Liturgia de hoy tenemos un Evangelio en el que Jesucristo presenta una parábola: la Parábola del Sembrador. Y podríamos decir que el Señor también nos da su propia “homilía”, ya que después de haber lanzado esa ilustrativa parábola, El explica a los discípulos lo que significa todo lo que ha dicho.

Recordemos que los discípulos le preguntan al Señor por qué habla a la gente en parábolas. Y el Señor les da el por qué. Y es muy interesante ver los motivos que da el Señor. Pero más que interesante debiera resultarnos “preocupante” -debiera más bien ser motivo de preocupación- el percatarnos de la razón que da Jesús.

Oigamos sus palabras: “Les hablo en parábolas porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden”. Y pasa Jesús a recordar que ya esto estaba dicho, pues había sido anunciado por boca del Profeta Isaías. Así continúa el Señor: “En ellos se cumple aquella profecía de Isaías: ‘Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos ... porque no quieren convertirse ni que Yo los salve.’”

Cuando Jesús terminó de exponer la Parábola del Sembrador, cerró con esta frase: “El que tenga oídos que oiga”. ... ¿qué significa oír a Dios? ¿Quiénes son los que oyen a Dios? Lo dice muy claramente Jesús con las palabras del Profeta Isaías que El mismo cita. ¿Quiénes son los que oyen? ... Pues si los que no oyen son los que no quieren convertirse, ni ser salvados por El... los que sí oyen tienen que ser los que están abiertos a la conversión y los que se sienten necesitados de ser salvados por Jesucristo.

Pero, veamos cuál es la situación real. ¿Qué es lo que sucede? ... Sucede que la mayoría de nosotros nos encontramos aturdidos por los atractivos del mundo y ocupados con sus exigencias; es decir, estamos -como si dijéramos- “atrapados” por el mundo, por todo lo mundano. Y entonces no tenemos ni tiempo, ni tranquilidad, ni ganas siquiera, de pensar en la necesidad que tenemos de convertirnos... porque no pensamos sino en las cosas de mundo. Vivimos como si Dios no existiera, como si no necesitáramos ser salvados.

Hay otros que llegamos a pensar que tal vez debiéramos convertirnos... y hasta damos algunos pasos en ese sentido. Pero... ¿quiénes somos los que concientizamos suficientemente la necesidad que tenemos de ser salvados por Jesucristo? ¿No es cierto que más bien tomamos nuestra redención algo así como un “derecho adquirido”, como algo que ya está dado y que en realidad no tiene mayor importancia?

¿Quiénes somos los que realmente pensamos que tenemos una necesidad vital de ser redimidos por Jesucristo? ... ¿Quiénes? ... ¡Qué lejos estamos de la realidad, qué lejos estamos de la verdad, con nuestra forma de pensar! ¿O podríamos más bien llamarla “forma de no pensar”? Pues, como decíamos antes, realmente no nos ocupamos mucho de pensar en esto…

Entonces cabe preguntarnos: ¿realmente queremos seguir con los ojos cerrados, con los oídos cerrados y con el corazón cerrado? ¿O queremos abrirnos para ser de esa “tierra buena”?, que es como llama Jesús a las almas de los que sí abren sus ojos, sí abren sus oídos y sí abren su inteligencia y su corazón, para que el Señor pueda sembrar y para que podamos dar fruto.
...

Dispongámonos a que el Señor nos prepare para su siembra, dejemos que El reblandezca nuestro suelo con la lluvia de su Gracia, dejemos que El aplane nuestro terreno, moldeándolo de acuerdo a su Voluntad. Así podremos ser esa tierra buena que El busca para sembrar su Palabra y para que dé el fruto esperado.

“Unos dan el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta”. Ojalá estemos entre éstos, porque -si es así- el Señor podrá decirnos como a sus discípulos: “Dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen”.



(In: camineo.info / parte da Homilía ao Evangelho Mt 13,1-23)



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