MARÍA MAGDALENA
Memoria
22 de julio
Formó parte de los discípulos de Cristo, estuvo presente
en el momento de su muerte y, en la madrugada del día de
Pascua, tuvo el privilegio de ser la primera en ver al Redentor
resucitado de entre los muertos (Me 16, 9). Fue sobre todo du-
rante el siglo xil cuando su culto se difundió en la Iglesia
occidental.
De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sec. VI,
sobre los Evangelios
María Magdalena, cuando llegó al sepulcro y no en-
contró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se lo ha-
bía llevado y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fue-
ron también al sepulcro, miraron dentro y creyeron que
era tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el
Evangelio acerca de ellos: Los discípulos se volvieron a
su casa. Y añade, a continuación: María se había queda-
do fuera, llorando junto al sepulcro.
Lo que hay que considerar en estos hechos es la
intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella
mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los
discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que
no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en
el fuego de su amor, ardía en deseos de aquel a quien
pensaba que se lo habían llevado. Por esto ella fue la
única en verlo entonces, porque se había quedado bus-
cándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es
la perseverancia en ellas, tal como afirma la voz de
aquel que es la Verdad en persona: El que persevere
hasta el fin se salvará.
Primero lo buscó, sin encontrarlo; perseveró luego
en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la
dilación iba aumentando su deseo, y este deseo aumen-
tado le valió hallar lo que buscaba. Los santos deseos,
en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación
los enfría, es porque no son o no eran verdaderos de-
seos. Todo aquel que ha sido capaz de llegar a la ver-
dad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por
esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios
vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Idén-
ticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en
el Cantar de los cantares: Desfallezco de amor; y tam-
bién: Mi alma se derrite.
Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Se le pre-
gunta la causa de su dolor con la finalidad de aumen-
tar su deseo, ya que, al recordarle a quién busca, se
enciende con más fuerza el fuego de su amor.
Jesús dijo: «.¡María!» Después de haberla llamado
con el nombre genérico de «mujer», sin haber sido re-
conocido, la llama ahora por su nombre propio. Es
como si le dijera: «Reconoce a aquel que te reconoce
a ti. Yo te conozco, no de un modo genérico, como a
los demás, sino en especial.» María, al sentirse llama-
da por su nombre, reconoce al que lo ha pronunciado,
y, al momento, lo llama «rabbuní», es decir: «maes-
tro», ya que el mismo a quien ella buscaba exterior-
mente era el que interiormente la instruía para que lo
buscase.
Responsorio
R. Cuando volvió del sepulcro del Señor, María Mag-
dalena anunció a los discípulos: «He visto al Se-
ñor.» * Dichosa ella que fue digna de llevar la no-
ticia de la resurrección de la Vida.
V. Llorando al que amaba, encontró al que buscaba,
y anunció luego al que había encontrado.
R. Dichosa ella que fue digna de llevar la noticia de
la resurrección de la Vida.
ORACIÓN.
Oremos:
Dios nuestro, que quisiste que santa María Magda-
lena fuese la primera en recibir de tu Hijo unigénito
la misión de anunciar el gozo pascual, concédenos,
por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, demos
a conocer a Cristo resucitado y merezcamos contem-
plarlo luego reinando en tu gloria. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.
(In: oficiodivino.com)
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