Mensaje para la cuaresma:
Justicia de Dios
¿De donde viene la injusticia? ¿Existe esperanza de justicia para el hombre? ¿Cúal es la justicia de Cristo? ¿Qué justicia existe dónde el justo muere en el lugar del culpable y recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Pueden sonar algo extrañas estas preguntas y tal ve fáciles de responder. Nuestra sociedades llamadas “civilizadas” han basado las relaciones entre las personas bajo el supuesto “estado de derecho”, la teoría jurídica es fácil: a través del voto, los ciudadanos de un país renuncian a parte de su autonomía para depositarla en el Estado que debe cuidar por el bien común, todo ello reglamentado en un sistema de justicia. Pero no estamos aqui para esclarecer nuestro sistema democrático, sino para tratar de comprender en qué consiste la Justicia que Dios ha querido manifestar en Jesucristo. El mensaje anual de cuaresma, el Papa ha querido dedicarlo este año al tema de la justicia. en un corto, pero muy rico texto, Benedicto XVI ha contestado a las preguntas que se hacían al inicio de manera sencilla y clara.Lo primero que el texto presenta es la llamada justicia “distributiva”, es la teoría jurídica de Ulpiano en la que la justicia consiste en “dar a cada uno lo suyo”, pero ¿qué es lo que al hombre se le es debido en justicia que se pueda garantizar a través de la ley? la respuesta es corta, los bienes materiales que en realidad es lo más externo de él. El problema consiste en que “aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley”. La ley no puede salvar ni mucho menos satisfacer las necesidades más íntimas del ser humano. La justicia distributiva no puede ofrecer lo que mas necesitamos: el amor de Dios que llena sus más profundas expectativas.
¿De donde vienen las injusticias? El Texto responde con el conocido texto de Mc 7, 15. 20-21: del corazón del hombre “salen las intenciones malas”. Tenemos delante el viejo debate sobre las instituciones injustas. Sobre este tema la Teología de la liberación hizo un largo discurso sobre la necesidad de cambiar las “estructuras de poder”: las leyes, los gobiernos, la economía, los medios de producción, etc. Si cambiaban estas estructuras opresoras cambiaría el hombre. Este en realidad es el ideal socialista. La historia no desmostró que esta manera de pensar resulta “ingenua y miope”, los países comunistas son un ejemplo viviente del fracaso de estas teorias. America latina latina fue aun más alla. Algunos clerigos convencidos por estas “ideologias liberacionistas” tomaron la errada decisión de cambiar la “fuerza de la razón por la razón de la fuerza” y armados hasta los dientes aún hoy se enfrentan a gobiernos tratando de implantar a fuerza de fusil su ideologia marxista. Resutó ser que se convirtieron en lo que más odiaban. Luchaban por injusticia y ellos mismos se tornaron injustos, por las armas solo traen desgracias. Sus armas son ahora mas injustas que las estructuras que intentaban combatir.
Finalmente la justicia de Cristo, dice el Papa, es la que viene de la gracias, donde no es el hombre en el autosuficiente sino que necesita existencialmente de Dios y de los otros: “el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad”. La justicia de Cristo, en realidad es su misericordia. Si Dios nos diera lo que merecemos tal vez no resistiríamos ni uno solo en pie; bien dice el salmista que Dios no nos paga segun nuestras culpas, sino que usa con todos de misericordia. Justicia, es pues, el don de Dios que nos impulsa a salir del propio egoismo, salir de la más absoluta soledad en la que nos deja el pecado. Viendo las cosas de esta manera, la cuaresma viene en nuestra ayuda, los Sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía nos mete en esta dinámica evangélica, ir al encuentro de Dios y abrir los ojos para ver al hermano que sufre, al pobre, al húerfano y a la viuda, prototipo del necesitado en la Escritura. El amor de Dios, su misericordía, inundará nuestro corazón, de donde nacen todas las maldades y lo cambiará por uno según el corazón de Dios. Es imposible ser justo sin antes haber experimentado en la propia vida el perdón de los pecados. Existen, creo yo, dos clases de cristianos: los que en su vida viven la justicia de Dios, es decir, los convencidos que si en su vida hay algo bueno es por pura gracia y los que pagados de sí mismos, piensan que se justifican a ellos mismos por las obras de la ley. La quiere ayudarnos a descubrir nuestra situación de indigencia y buscar la fuente de Justicia que no se acaba, ella se encuentra en el misterio pascual que preparamos.
(caminayven)
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