CAMINEO.INFO.- Estamos en tiempo pascual, el tiempo en el que cada año los cristianos celebramos la resurrección de Cristo. No se trata de rememorar un suceso del pasado, pues si Cristo ha resucitado ya no muere más y vive para siempre para salvarnos.
Aquel hombre, Jesús de Nazaret, que fue condenado a muerte por proclamarse el Mesías, el Hijo de Dios, murió en la cruz y fue sepultado pero resucitó al tercer día, tal como lo había anunciado y se apareció a sus discípulos que comprobaron que no era ningún fantasma sino el Señor resucitado.
Si no hubiera resucitado no pasaría de ser un personaje interesante de la antigüedad, pero si resucitó, tenemos la garantía de que cuanto dijo es verdad, que Dios nos ama, que está dispuesto siempre al perdón y la misericordia en la medida que amemos y perdonemos a los demás, que se ha quedado con nosotros como cabeza de la Iglesia, que nos alimenta con la Eucaristía, que siempre está a favor del pobre, del que sufre, del marginado, que Él mismo es el camino, la verdad y la vida. Seguirlo es alcanzar la vida eterna, la vida que no termina con la muerte sino en los brazos de Dios.
Los cristianos creemos en Cristo por el testimonio de aquellos discípulos que no dudaron en perder su vida por confesar que Jesús es el Señor. Su testimonio se ha ido transmitiendo en la Iglesia, de generación en generación, desde hace dos mil años.
Si leemos el libro de los Hechos de los Apóstoles, comprobaremos que aquellos hombres, miedosos y pusilánimes durante la pasión y muerte de Jesús, pierden el miedo y enseñan públicamente que aquel hombre condenado y muerto, ha resucitado porque era verdaderamente el Hijo de Dios. Las autoridades judías se opondrán a su predicación y los perseguirán, pero al huir de Jerusalén y dispersarse comienza la propagación del evangelio.
Mucha gente piensa que con la muerte todo se acaba, pero no obstante están empeñados en salvar al mundo con sus ideologías, con sus soluciones políticas, con sus revoluciones sociales. Vano empeño que se ha saldado muchas veces con más dolor, injusticia y muerte. De nada nos sirve luchar por un mundo en el que ya no estaremos.
En cambio el mensaje de amor que brota del evangelio, la esperanza a la que nos llama de una vida eterna y feliz, la fe que nos ayuda a mantener el rumbo mientras caminamos por este mundo, llena de sentido la vida de los cristianos dentro de la Iglesia.
Aunque en estos cincuenta días desde la Pascua celebremos especialmente la resurrección de Cristo, la celebramos todos los días del año en la Eucaristía, en la oración y en el amor a Dios y a los demás.
(camineo.info)
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