sexta-feira, 12 de setembro de 2008

SANTO NOMBRE DE MARÍA


MARIA, MÃE DE DEUS E NOSSA MÃE

Liturgia

1Cor 9, 16-19.22b-27

Sl 83, 3.4.5-6.12

Lc 6, 39-42

“ —¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
"No está el discípulo por encima del maestro; todo aquel que esté bien instruido podrá ser como su maestro.
"¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la mota que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita: saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad cómo sacar la mota del ojo de tu Hermano.”

VIVIENDO CON MARÍA
El nombre de María. El nombre que tendría que estar de continuo en nuestro corazón y –por qué no– en nuestros labios. Como están las madres en el corazón y en los labios de los hijos pequeños, que son un permanente el punto de referencia para ellos, hacia donde dirigen sus afectos, de donde reciben todo para su desarrollo, para su seguridad, su paz y su alegría. ¿Es así María para nosotros?

Acude en confidencia segura, todos los días, a la Virgen Santísima. Tu alma y tu vida saldrán reconfortadas. —Ella te hará participar de los tesoros que guarda en su corazón, pues "jamás se oyó decir que ninguno de cuantos han acudido a su protección ha sido desoído".

Y pensamos sólo que es madre, que nos desea lo mejor, y que nada la hace más feliz que compartir con sus hijos los tesoros de su corazón: ese amor a Dios que excede a todo entendimiento, que colma su vida y la hace la más feliz entre las criaturas. ¿Y acaso, queriéndonos como nos quiere, puede negarnos la santidad, un amor a Dios a la manera del suyo, si se lo suplicamos? María está suspirando por hacernos felices y santos, y lo consigue a poco que nos dejamos querer por Ella.

Te falta la madurez y el recogimiento propios de quien camina por la vida con la certeza de un ideal, de una meta. —Reza a la Virgen Santa, para que aprendas a ensalzar a Dios con toda tu alma, sin dispersiones de ningún género.
Pon en tu mesa de trabajo, en la habitación, en tu cartera..., una imagen de Nuestra Señora, y dirígele la mirada al comenzar tu tarea, mientras la realizas y al terminarla. Ella te alcanzará —¡te lo aseguro!— la fuerza para hacer, de tu ocupación, un diálogo amoroso con Dios
.”

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