terça-feira, 19 de maio de 2009

¿A QUIÉN ORAMOS?




II: BENEFICIOS DE LA ORACIÓN DE PETICIÓN


Jairo del Agua

CAMINEO.INFO.- Me había quedado en que la oración no es para mover a Dios, sino para movernos a nosotros, como afirma rotundamente san Agustín. ¿Contradice eso al Evangelio? En él se lee claramente: "Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá. Porque el que pide recibe; el que busca encuentra, y al que llama se le abre" (Lc 11,9).

Para empezar, esas palabras me parecen una preciosa llamada a la constancia. Nada se construye sin permanecer en el proyecto. No se puede llegar sin permanecer en el esfuerzo de caminar. Quien pide, busca o llama está identificando sus aspiraciones, sus objetivos, y es lógico pensar que estará dispuesto a poner los medios para alcanzarlos. Lo confirma la "parábola del juez injusto" (Lc 18,1). Otra lección magistral sobre la perseverancia y NO un retrato del rostro de Dios, en nada parecido a un juez injusto y comodón.

La súplica tiene además otras ventajas:

1.- Reconocemos a Dios, su existencia, su superioridad, su cuidado.

¿Qué gritamos instintivamente cuando tenemos un dolor o un disgusto? ¡Ay madre! Aunque ella no esté, incluso aunque haya muerto. Llamamos instintivamente a nuestro apoyo, nuestro auxilio, nuestro amor. Eso nos consuela y sostiene sicológicamente.

Cuando una parturienta grita no es que pida nada, puesto que está rodeada de sus cuidadores y tal vez de su esposo. Grita por el esfuerzo de alumbrar una vida. Es el instintivo desahogo, el impulso para su esforzada aventura. Algo parecido ocurre cuando suplicamos a Dios: “Gritamos mientras empujamos”. Quien invoca se hace consciente de esa Presencia invisible que nos rodea, nos tutela y nos impulsa desde dentro. Él conoce, mejor que nadie, nuestra sicología y por eso nos dice “pedid”, agarraos, cógete de mi mano y… camina.

2.- Reconocemos nuestras necesidades (limitación, pobreza, fragilidad, ceguera, inconstancia…) y nuestras aspiraciones (deseamos ser buenos, generosos, pacíficos, justos, fuertes, sabios...).

Eso es un gran avance porque nuestra vida suele estar embarrada en la inconsciencia y sólo las necesidades instintivas nos son evidentes. El identificar nuestras aspiraciones y necesidades es el primer paso para poner los medios y actuar. El más importante: mantener el rumbo. La oración nos recordará que no estamos solos, que Él rema a nuestro lado, nos sostiene, nos ilumina, nos abraza y nos protege siempre, siempre, siempre.

3.- Reconocemos las necesidades de los otros y nuestra aspiración a colmarlas. Así expresamos nuestra solidaridad, nuestro cuidado, nuestro amor gratuito. Eso abre el corazón, amplia nuestra mirada, pone nombre a la ayuda y nos predispone a actuar.

La "oración de petición", cuando la vivimos bien, nos pone en nuestro sitio: Seres pequeños y limitados pero llamados a la inmensidad. Oscurecidos pero en camino hacia la luz. Temerosos pero a la conquista de seguridad. Apretados por el tiempo pero con vocación de eternidad. Sumergidos en los vaivenes de la vida pero abrazados por la paz en nuestro mismo centro.

La súplica nos alienta, nos motiva, nos sumerge en las aspiraciones profundas, nos ayuda a conocernos, a acercarnos al tesoro interior. Quien aspira -por ejemplo- a ser pacífico pedirá paz. Con esa petición estará descubriendo y alimentando la paz de su interior que clama por crecer y manifestarse. Podría afirmarse: “Dime qué pides y te diré quién eres”.

(Continua)

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