quarta-feira, 20 de maio de 2009

¿A QUIÉN ORAMOS?





II: BENEFICIOS DE LA ORACIÓN DE PETICIÓN


Jairo del Agua

(Continuação)


En síntesis, la eficacia de la oración -de toda oración- se manifiesta en estos tres movimientos: actuar frente a lo remediable, aceptar lo que no tiene solución y dejarse envolver, es decir, dejarse acoger, amar e impulsar por esa Madre Dios que nos habita y sostiene.

Nadie conoce los planes divinos, se nos van mostrando a medida que caminamos: “Mis planes no son vuestros planes, ni vuestros caminos mis caminos” (Is 55,8).
Pero lo que nos da seguridad, paz y gozo es sabernos dando pasos de regreso al Padre, estar convencidos de que "todo es para bien de los que aman al Señor" (Rom 8,28). Eso es realmente lo que "recibiréis" y no exactamente el objeto de vuestro capricho, necesidad o congoja. Se explicita en este otro pasaje: "Pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa"(Jn 16,24).


Las consecuencias de la oración son alegría, paz interior e impulso para actuar, y no necesariamente que el niño apruebe o te toque la lotería. En realidad nos está diciendo: "abridme y os saciaré", equivalente al "estoy a la puerta y llamo..." (Ap 3,20).
(Cuando uno se decide a abrirle de verdad, la “oración de petición” decae y pierde casi todo su sentido. Entonces rezas “Señor ten piedad” pero en realidad estás sintiendo “Señor abrázame”. Y en verdad que te sientes “abrazado” y “abrazándole”).

Estoy hablando, por supuesto, de la oración de petición interiorizada, sentida, personalizada.

La otra, la rutinaria, distraída o interesada, sirve para muy poco o para nada. Y, por supuesto, la superstición es pura imaginación baldía (cadenas de fotocopias o PPS, comerse o coleccionar imágenes, los fetiches religiosos, los milagros garantizados, las canonizaciones a la carta, etc.). Hacer “oración de petición” es zambullirse en el regazo del Padre y dejarse sentir su misericordia, su cuidado, su amor. Como el grano de trigo se hunde en la madre Tierra para descubrir su potencial de vida, así el ser humano necesita sumergirse en el corazón de Dios, sentirse ínfimo y efímero ante su Creador, para poder abrirse a su impulso de Vida.

Cuando pedimos: ¡Señor ten piedad!, no es para arrancarle a Dios la piedad. Es para sentirnos pequeños y abrirnos a la piedad que el Padre nos regala permanentemente. Necesitamos ponernos de rodillas y suplicar, gemir, llorar… No para conseguir nada, sino para abrirnos al Torrente que nos regenera, fortalece y alimenta, para sentirnos protegidos por el abrazo de Dios. “Nunca es más grande ni más fuerte el ser humano que cuando está de rodillas ante su Hacedor”. Para eso es el “pedid y recibiréis”. Lo que no niega otras efectos que “se os darán por añadidura” (Mt 6,33).

Por desgracia, muchos cristianos pretenden conseguir de Dios lo que ellos mismos no quieren hacer, lo que no se esfuerzan por conseguir. En realidad pretenden chantajearle, negocian con Él, intentan manipularle: Si me concedes esto, empezaré a ser bueno. Si me curo, no volveré a fumar. Si me concedes dinero, empezaré a trabajar. Si me das, me pongo en camino… Cuando el proceso humano es el inverso: Si te pones en camino llegarás, si cambias de vida te irá mejor.

Finalmente conviene advertir que la "oración de petición" sólo es la bocamina. Habrá que adentrarse en la "oración de impregnación" -otros le dan nombres distintos- para alcanzar lo mejor de nosotros mismos, nuestras riquezas interiores, nuestro "santa santorum". Porque sólo en lo profundo se produce el encuentro y el abrazo con el Dios que nos inunda. Quien se conforma con la "oración de petición" (habitualmente oración vocal) se ha sentado al borde de la bocamina sin llegar a tocar los tesoros de su yacimiento interior.

Trataré en el próximo artículo de un tipo de súplica sobre la que me han preguntado: la intercesión. En mi opinión desvirtúa el verdadero rostro de Dios. Lo someteré a vuestra consideración."

(Conclusão)


Sem comentários: